sábado, 8 de noviembre de 2014

CEMENTERIO BRITÁNICO DE HUELVA

Este cementerio sustituyó a mediados de los años treinta al antiguo cementerio protestante situado anexo al de San Sebastián, siendo en la actualidad, junto al de Minas de Riotinto y Tharsis, uno de los tres cementerios ingleses de nuestra provincia.


Desafortunadamente, el deterioro de este lugar ha seguido su línea ascendente desde mucho antes de que la Iglesia recibiera a finales de los años noventa, de manos del Consulado Británico, la transferencia de su mantenimiento y cuidado.


A pesar de su denominación de Cementerio Británico, que por cierto no consta en ningún lugar del recinto, ha sido durante sus casi cien años de existencia un lugar de enterramiento no sólo de súbditos ingleses, sino también de franceses, húngaros, noruegos y sobre todo de los miembros de la nutrida colonia alemana de nuestra ciudad.

Como curiosidad cabe señalar que ni William Martin -el hombre que nunca existió- ni Wilhelm Sundheim reposan aquí. Por el contrario, en las lápidas de este camposanto están inscritos los nombres de muchas otras personas ligadas a la historia de la ciudad de Huelva, como el doctor MacKay, Morrison, Nielsen, Dressel, Sinclair o Weickert, entre otros.

Sin duda, hoy día es un eufemismo referirse a este cementerio como un sitio romántico, en la actualidad y pese a su significado y a su historia no es más que un lugar lleno de maleza, basura y ratas, algo de lo que quizás deberían avergonzarse los responsables eclesiásticos y municipales.


martes, 30 de septiembre de 2014

BUDA BAR

Buda fue un bar de copas, emparentado con locales chillout, de corta existencia.


Durante algún tiempo estuvo instalado en una de las terrazas de un conocido centro comercial de nuestra ciudad. 


A pesar de su original estética, de su ambiente tranquilo y agradable, y de sus espectaculares vistas sobre la ría del Odiel y las marismas, este local está vacío desde hace meses, probablemente por haber sido pasto de la crisis que atenaza el país.




sábado, 3 de mayo de 2014

ESTACIÓN RÍO ZÁNCARA

Dicho de una manera amable, Villarrobledo, Socuéllamos o Río Záncara son nombres de estaciones de tren que me recuerdan mi pasado militar. 


Nuestro tren efectuaba aquí una parada muy breve, pero suficiente para permitirnos atisbar el complejo de edificios que se levantaba a ambos lados de la vía, sobre todo detrás de la propia estación.





Recientemente he vuelto aquí por primera vez desde entonces. El hecho de que ahora esté todo reducido a ruinas me ha causado un raro asombro.


Se intuyen más que se ven las calles que surgieron al socaire del tendido ferroviario y que conformaron este pequeño núcleo lleno de vida. 


Bodegas, escuela, almacenes y viviendas, sólo habitadas ahora por roedores, e incluso una pequeña ermita, a un centenar de metros de aquí, acompañada de más viviendas y bodegas... todo está hoy día destruido y abandonado.


Pocas preguntas bastaron en el pueblo vecino para saber del pasado y del presente de este lugar: hace años que no se detienen los trenes aquí; nada queda de aquel trajín de viajeros y mercancías que conocí hace más de treinta años y que yo venía buscando cuando me encontré con este lugar desolado y vacío.

jueves, 24 de abril de 2014

EL ALAMÍN

Tuve la suerte de venir a este interesante pueblo con mi amigo Faustino Calderón, experto en pueblos deshabitados y gran conocedor de este lugar.



El Alamín es un poblado de vida efímera. Se construyó cerca del río Alberche en 1957 para acoger a los jornaleros que trabajaban en las fincas del marqués de Comillas. Sin embargo, tan solo cuarenta años después el lugar quedaba vacío.




Las cuarenta viviendas con que contó El Alamín están dispuestas en varias calles, cuyo trazado perpendicular tiene mucho que ver con los poblados que se construyeron en nuestro país al amparo de los planes de regadío, entre las décadas de los cincuenta y los setenta del siglo pasado.






Además de las casas, aún pueden verse la iglesia, la escuela con sus dos aulas, el bar, un pequeño convento y dos piscinas públicas, todo ello no demasiado bien conservado si tenemos en cuenta que solo hace quince años que El Alamín quedó deshabitado.