Tanto había leído sobre este antiguo cementerio y sus “ángeles
malos”, que su visita se había convertido para mí en otra gran asignatura
pendiente.
Llamada Ermita del Egido o también Ermita del Santo
Cristo, esta construcción fue utilizada como cementerio del pueblo hasta hace
poco menos de un siglo, momento en que cesaron los enterramientos y quedó sin
uso y en el más completo abandono.
Entre las ruinas de sus antiguas dependencias, es
fácil reconocer la capilla, con forma de hexágono irregular, y una sala aneja
que debió de ser la sacristía.
La cúpula central está adornada por esgrafiados
rojizos con motivos geométricos y vegetales, entre los que destacan los famosos
ángeles de dientes afilados y tocados con singulares capirotes.
Una inscripción con un salmo del antiguo testamento muestra la que se supone que fue fecha de su construcción, el año 1628.
Excepto la bóveda del altar, las techumbres han desaparecido, quedando solo los arcos de medio punto que un día la sostuvieron y que dan idea de la cubierta a dos aguas que debió de cubrir el edificio.
El machón que corona el poco tejado que le queda es similar al que había sobre la antigua Ermita de la Virgen del Río, sumergida ahora bajo las aguas del río Tajo.
Incluido en la Lista Roja del Patrimonio, este edificio merece sin duda algo más que indiferencia por parte de las administraciones públicas, algo que no parece quitar el sueño a los que gozan del poder.
La región hullera del sur del Bélgica estuvo salpicada de explotaciones carboníferas que significaron una parte importante de la riqueza de Valonia.
Estas ruinas, situadas justo al lado de uno de los principales canales del sur belga, son lo que queda de las minas de Sartis, también llamadas Charbonnages d'Hensies-Pommeroeul.
Contemplando estos magníficos edificios, es fácil trasladarse en el tiempo e imaginar cómo fue esa época de esplendor que ocupó los primeros tres cuartos del siglo pasado.
Se construyeron dos pequeñas ciudades para alojar a los mineros y a los directivos: Les Acacias, de la que no queda rastro, y Sartis, poblada ahora principalmente por inmigrantes.
Al igual que la mayor parte de las minas de carbón de la región, a mediados de la década de los setenta las minas de Sartis se cerraron definitivamente. Sin embargo, aún permanecen en pie estas construcciones ruinosas testigos de un tiempo de gloria y riqueza que todavía mucha gente recuerda.
Esta vez llegamos hasta aquí campo a través desde la
carretera de La Palma a Berrocal. El
perfil montañoso hacia el oeste y el gran tajo, en cuya parte más profunda
serpentean las rojizas aguas del río Tinto, forman una vista incomparable de la
que es difícil escapar.
A cincuenta y siete kilómetros de Huelva, se puede
decir que Las Cañas es quizás la estación más recóndita de todas las que
jalonaron la vía férrea del ferrocarril minero de Riotinto.
Las Cañas es un edificio de dos plantas de factura victoriana,
que contó con una oficina de telégrafos y una sala de palancas, completamente
esquilmada en la actualidad. En sus inmediaciones todavía se conservan una
gigantesca cisterna, el horno de pan y algunas otras construcciones
anejas.
Entre este lugar y el túnel Salomón, a media docena
de kilómetros hacia el sur, aún pueden verse las ruinas de algunas
edificaciones dispersas.
La Pasada de las Cañas, un grupo de viviendas a ambos
lados de la vía, que fue construido para obreros del tendido ferroviario, fue el
núcleo poblacional de mayor envergadura.
Muchas de estas viviendas están en la actualidad
engullidas por la vegetación, tanto que es difícil acceder al interior de
muchas de ellas.
El último tren pasó por aquí el día 24 de febrero de 1984; desde entonces Las Cañas y la Pasada de las Cañas han quedado, al igual que el resto del ferrocarril minero de Riotinto, en el más completo olvido. Como
en otros lugares de nuestra provincia, día a día el patrimonio sigue
deteriorándose y desapareciendo, algo que no parece importar mucho a
instituciones y políticos.