Mi padre, al que la guerra civil separó de su familia durante tres años, nos contaba que veía despegar desde este aeródromo los aviones franquistas que iban a bombardear el frente de La Serena, donde estaban su madre y sus hermanos pequeños.
Este campo de aviación contaba con dos pistas de despegue y aterrizaje perpendiculares entre sí, ya desaparecidas, y con un polvorín subterráneo a unos centenares de metros de las instalaciones.
Además de algunos cobertizos en ruinas y los restos de un gran patio trasero, las construcciones que aún subsisten son el cuerpo de guardia, cuya pintura de camuflaje de las paredes todavía se aprecia, y el edificio que albergaba a los oficiales y pilotos, donde además estaba la torre de control.
Al igual que una gran parte del patrimonio extremeño, este significativo edificio está abandonado y olvidado, ausente de promesas electorales de políticos, panfletos e instituciones.
Cuando éramos pequeños y pasábamos por la carretera frente a este campo de aviación, decíamos que esa pintura roja ocre que aun se aprecia era la sangre de los soldados que defendían las instalaciones.
ResponderEliminarInolvidables aquellos viajes nuestros a Los Santos en el Gordini de papá. Al recordarlos es inevitable sucumbir a la nostalgia. Un abrazo
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