martes, 2 de octubre de 2018

LA MEJORADA BAJA, TRES AÑOS DESPUÉS

Casi tres años y medio después de mi primera visita, he vuelto a esta impresionante hacienda llamada La Mejorada Baja. 
He de decir que esta vez, además de José Antonio "Mejorada", me acompañaron otros dos amigos amantes de la historia y los abandonos: Antonio Manzanares y Antonio Jesús García. 


Divisar sus torres en la lejanía y acercarse al edificio paso a paso tiene algo de compás de espera, sobre todo cuando uno sabe que va a encontrarse con el resultado de la ineptitud, desidia e inoperancia de nuestros poderes públicos andaluces.



Así es, penetrar dentro de sus muros y llegar hasta lo que fue una coqueta capilla, hasta la almazara, la bodega o el lagar, acceder a los patios conquistados ahora por la maleza, a los pasadizos umbríos, los molinos, los pozos subterráneos, la alberca o lo que queda de la zona noble es descubrir que tres años han sido más que suficientes para que su deterioro sea aún mayor de lo que cabría esperar.
  


Pocos techos quedan que puedan amparar los muros y contrafuertes o las columnas de piedra que aún sustentan el piso de madera de lo que fue la zona noble. La Mejorada Baja agoniza bajo la mirada indolente (quizás habría que decir cómplice o complacida) de propios y extraños, incluyendo a las administraciones autonómicas, sabedoras del estado de ruina de esta colosal hacienda, comenzada en 1726, cuya construcción se prolongó durante buena parte del siglo XVIII.







Parafraseando a Gabriel García Márquez, podríamos decir que es la crónica de una muerte anunciada, porque probablemente nunca fue más apropiado el título de la novela que aplicado a este edificio lleno de historia y de olvido.

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