Nuestro tren efectuaba aquí una parada muy breve, pero suficiente para permitirnos atisbar el complejo de edificios que se levantaba a ambos lados de la vía, sobre todo detrás de la propia estación.
Recientemente he vuelto aquí por primera vez desde entonces. El hecho de que ahora esté todo reducido a ruinas me ha causado un raro asombro.
Se intuyen más que se ven las calles que surgieron al socaire del tendido ferroviario y que conformaron este pequeño núcleo lleno de vida.
Bodegas, escuela, almacenes y viviendas, sólo habitadas ahora por roedores, e incluso una pequeña ermita, a un centenar de metros de aquí, acompañada de más viviendas y bodegas... todo está hoy día destruido y abandonado.
Pocas preguntas bastaron en el pueblo vecino para saber del pasado y del presente de este lugar: hace años que no se detienen los trenes aquí; nada queda de aquel trajín de viajeros y mercancías que conocí hace más de treinta años y que yo venía buscando cuando me encontré con este lugar desolado y vacío.
Muy bien MALATAO,pero podías haber dicho que venias y nos hubiéramos visto, así para otra vez podemos vernos los tres, Jabier tu y yo buen reportaje compañero.
ResponderEliminarTienes razón, Julia, además me hubiera gustado intercambiar impresiones con vosotros.
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