PUENTES DEL ARCEDIANO CARVAJAL Y SANDE

No llegamos a ver estos dos puentes cuando hace unos años vinimos a remar al embalse de Alcántara. Estaban demasiado lejos y teníamos la prioridad de visitar la torre de Floripes, el puente romano de Alconétar y el cementerio de Talaván.

Hace poco he tenido la oportunidad de venir a echarles un vistazo detenido, esta vez con mi mujer y en coche, en lugar de en kayak.

Se trata de dos puentes que vadeaban los ríos Almonte y Tamuja justo en la confluencia de ambos.

El embalse de Alcántara los dejó cubiertos por sus aguas y desde entonces pocas veces han emergido. Ahora la sequía los ha sacado a la superficie y se pueden ver con detalle.

Son dos puentes muy parecidos, de un solo arco central y una ventana a cada lado, construidos en piedra a mediados del siglo XVI. Fue el arcediano de Plasencia, don Francisco Carvajal y Sinde quien los encargó al maestro de obras Juan Catalán de Garrovillas.

Entre ambos puentes existe una gran hornacina que en su momento albergó una imagen de san Francisco. En la piedra de sus laterales aún pueden verse los agujeros donde anclaba la enorme reja que lo protegía.

Además del paisaje rocoso, solitario y espectacular donde están enclavados estos dos puentes, el sitio tiene la magia de los lugares que han estado bajo las aguas durante muchos años y que posteriormente afloran a la superficie para mostrarnos sus misterios.

CAMPAMENTO LA RÁBIDA

La lectura del libro ISLA CRISTINA, POR LOS CAMINOS DE LA HISTORIA, de Vicente López Márquez, me descubrió este lugar, desconocido por mí hasta hace un par de años.

Se trata de un campamento de la O.J.E. ubicado en una de las playas de Isla Cristina, no lejos del lugar conocido como la Casita Azul. 

El triple arco de entrada, la capilla dedicada a la Virgen del Carmen y un graderío construido en mampostería es lo que aún se conserva del campamento.

Al menos dos campamentos de la O.J.E. existieron en nuestra costa: el de Mazagón y este de Isla Cristina. A ambos venían adolescentes de la provincia en los veranos de los años sesenta y setenta para realizar actividades de convivencia y deporte y, algunos, para ver por primera vez la playa.

 

IGLESIA DE SANTA MARÍA DE LA MATA

Mi amigo Jesús Viajante me había hablado de este templo erigido en la comarca de Campo Arañuelo, al noreste de la provincia de Cáceres. 

No hace mucho tuve la oportunidad de llegar hasta aquí y contemplar los restos de esta iglesia del siglo XIV, construida sobre los restos de otra anterior, probablemente visigoda.

San Gregorio, Campana de la Mata, Peraleda, Compostela,... varios son los nombres a los que remiten estas magníficas ruinas. Nada queda de ninguno de ellos si no es en los recuerdos de los más viejos del lugar y en algunos estudios de la zona. 

Además de la torre campanario de la iglesia, quedan algunos muros y parte del ábside. Interesantes son también los esgrafiados interiores, expuestos desde hace años a las inclemencias del tiempo.

La quietud del lugar y el silencio solemne que lo rodea solo es turbado de cuando en cuando por el crotoreo de las cigüeñas que anidan en sus ruinas.

CEMENTERIO DE BARCOS DE BACUTA

Hace algunos días estuve navegando por la ría del Odiel, donde ya había estado otras veces, con la intención de volver a visitar el cementerio de barcos de la isla de Bacuta.

Justo enfrente del Paseo de la Ría, a la altura de la estación de servicio Punta del Sebo, hay no menos de dos docenas de antiguos barcos pesqueros semisumergidos en la orilla este de la isla.

Navegar entre las cuadernas podridas de estas viejas embarcaciones es internarse en un paisaje donde solo el canto de algún pájaro y el chapoteo del remo interrumpe el silencio solemne del lugar.

CASTILLO DE ATIENZA

Subí esta montaña rocosa una soleada mañana de mucho viento, tanto que más de una vez creí que me arrancaría de este desolado páramo.

Llegar hasta arriba es comprobar la ruina de este antiguo reducto árabe. Poco más que la torre del homenaje, en perfecto estado de conservación, y algún lienzo de muralla es lo que podemos ver al coronar el promontorio, cuyas vistas son espectaculares.

La historia de este lugar es nuestra historia: la dejadez absoluta unida a la barbarie que de cuando en cuando sale de la entelequia humana.

Alfonso VI arrebató este lugar a los musulmanes en el siglo XII y remodeló el castillo. 

Trescientos años después, navarros y castellanos lucharon aquí encarnizadamente por la posesión de la fortaleza.

Posteriormente, la invasión francesa y la guerra civil acabaron de derribar los muros y torres, de los que no quedan más que algunos atisbos. 

A estas dos confrontaciones bélicas les siguió el abandono definitivo que ha desembocado en la ruina actual.