La encrucijada de varias vías de comunicación y de rutas de trashumancia junto al cauce del río Casillas propició la construcción de este lavadero de lanas denominado de San Miguel, muy cerca de otro célebre y probablemente más conocido lavadero de lanas, el de los Barruecos.
La lana recién esquilada pesa el doble que la lavada y seca,
por eso los lavaderos de lana tuvieron mucha importancia en la antigüedad,
siendo su mejor época la correspondiente al siglo XVIII.
Este que aquí vemos fue construido sobre los restos de uno
anterior de época romana.
A juzgar por el número y tamaño de sus dependencias, por el
empaque de su casa señorial y por la existencia de una pequeña capilla, podemos
deducir que al menos una docena de familias lo habitó. Su extensión hace pensar que probablemente a sus habitantes les bastó lo que se
producía aquí para vivir.
La desamortización de Mendizábal hizo que una gran parte de
los bienes eclesiásticos pasasen a manos privadas y que otros quedasen
abandonados, significando una pérdida o un deterioro del patrimonio.
Este
lavadero de lanas, que perteneció a la Orden de Calatrava, quedó abandonado en
el siglo XIX.
A mediados del pasado siglo fue adquirido por un particular y vuelto a poner en producción, varias familias vivieron y trabajaron aquí desde entonces haciendo de este complejo agropecuario un lugar autosuficiente, tal como había sucedido en épocas anteriores.