viernes, 19 de octubre de 2018

IGLESIA DE EL TORBISCAL

La pequeña iglesia se recorta al fondo de la calle de entrada. Nos sorprende su blancura, sus azulejos, su construcción típicamente sureña,... no hay duda, estamos en un pueblo andaluz.
  


Volver a El Torbiscal tiene cierto sabor a despedida, no en vano cada día que pasa va quedando menos en pie de este pequeño pueblo, ejemplo de arquitectura y economía paternal.


La iglesia también ha sido pasto de los vándalos y de los ladrones, como tantos otros sitios. Sin embargo, el carácter sagrado del edificio hace más sobrecogedora su visita. 
Penetrar entre sus paredes es penetrar en el silencio. Solo se oye nuestra conversación espaciada y algún pájaro revoloteando en las vigas del techo. Nuestros pasos dejan un eco extraño en los techos; solemne, me atrevería a decir.
Los gigantescos árboles de la calle parecen una cruel paradoja al contemplarlos desde las ventanas de esta sacristía totalmente destrozada.






Los bancos de madera están amontonados cerca del altar, ha habido que quitarlos del lugar donde estaban para arrancar el suelo y venderlo al mejor postor.


Corta vida parece quedar a este lugar que un día tuvo más de quinientos vecinos y una economía próspera. Poco parece importar eso a nadie.

2 comentarios:

  1. Interesante reportaje amigo. Me doy alta como seguidor del blog.

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    1. Muchas gracias por tus palabras y por seguir estas Otras Rutas en busca de recuerdos y olvidos. Un abrazo.

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